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Loco, ¿tenés un cigarro para convidarme?
- Si. cómo no.
Sacó un Viceroy y se presentó estirándome la mano. "Un gusto, el Tano". Cuando le dije mi nombre no escuchó, todavía tenía los auriculares puestos.
La nieblita de la noche del invierno estaba alta hasta la mitad de la calle y en la estación, un frío de locos. Nos pusimos a hablar, ahí, mientras esperábamos el tren en el banquito donde me sentaba a esperar cada vez que volvía de Padua a Once.
Vino el tren, uno de los últimos del domingo. El tano hablaba mucho, era claro y te hacía entender cuando subrayaba una idea. El énfasis casi desquiciado de los que no pueden dejar sin contar ningún detalle de la historia. Claro y verborrágico porque se puede acabar la charla y no te contó una de las cosas más importantes, una más.
Castelar. "Doble vida. Siempre me di mañana con las manos. Desde chico, viste. Construcción, electricidad. Corte, maestro mayor de obras. Y pegué como encargado de un complejo de 6 edificios, en Quilmes. Re parado estaba. Pero de noche salía a poner coches, porque siempre faltaba, viste". El Tano me caía bien. Es difícil de discernir, con las personas que no conozco, si están mintiendo o no. Pero era copado. Con los ojos grandes, consternados y brillosos como un faro, pero no parecía un tipo con malas intenciones.
Ramos Mejía.
- Loco, ¿no te copas y te bajás en Ramos y te invito un vino. Así te termino de contar la historia? El bondi que me tomo pasa acá.
- Eh, bueno dale, le dije. Si total, no tenía nada que hacer.
Fuimos a mear atrás de la estación. La nieblita de la noche de nuevo y ya era lunes. Caminamos para buscar un lugar a donde vendan vino. Caminamos por algunas cuadras adentro de la avenida, por la avenida, nada. Volvimos al mismo lugar, las sombras que dejaban de ser sombras en la luz del paso a nivel en las vías. Alguien había prendido fuego unas bolsas de basura atrás de un puesto de flores cerrado. Y las sombras seguían siendo sombras que se deslizan a la noche por el pavimento. Por la vereda. Y de nuevo a caminar en la calle "para no delatar miedo", dice el cordobés Vicente Luy.
- Bueno, vieja, no pasa nada. Pero algo vamos a tomar, aunque sea unos pases.
El tano buscaba en los bolsillos, yo me estaba fumando un cigarro. Un auto pasó por la calle. Atrás iban cuatro nenes, pegados al vidrio del costado. De diferentes edades peleaban por un poco de espacio en el vidrio. El Renó diecinueve iba rápido. Los pendejos nos miraron fijo. De diferentes edades. Su boca estaba abierta. Y nos siguieron con la mirada hasta que no nos pudimos ver más. Los seguí con la cabeza, con el aburrimiento y el vacío de la ansiedad. Pensar en una sola cosa te aisla y te remite a un estado de pura búsqueda personal.
- ¿Y, Tano, qué onda?
- Acá está.
Ovillo de papel metalizado.
- Dale, dale cabezón, poné el huequito de la mano.
Me invitó dos más.
y fuimos a fumar un cigarro
de narices en invierno
en la estación
de la una y media
de la mañana
en zapatillas de invierno
sin medias es mejor que
con agujeros
fuimos con pasos de invierno
con piernas entumecidas
y el cuello que tiembla desbordado del frío.
Abajo, en el túnel para pasar de un lado a otro de la calle, los azulejos amarillos, gastados, pintados, al borde de la caída y del estallido. El mismo frío y con menos viento. Dos pibitos estaban durmiendo al lado de la máquina que saca boletos. "Eh, amigo ¿no sale uno de ahí?".
-No guachin, la matamos ahora. Le contestó el Tano. Yo los miraba. No pensar, pensar en nada, la mirada fija, cuelgue.
- ¿Cómo le decís vos?
- Enrosque le digo. Poné que te sirvo.
Nervioso estaba el tano
de lo duro que estaba
"Un día me vas a conocer mi verdadero yo"
me dijo
que le dijo
a la pibita que se venía chamuyando en el tren
"Le comí la cabeza, boludo" dice riéndose. "Pobre".
Pasá cuando quieras
le contesto la piba
le dijo que trabajaba en Liniers
en el puestito
dónde la vió.
TNN
foto: los pibes